“Enga, Juan, descuelga ya la banderita, picha, y desmontemo to el tinglao éste que sa cabao el sarao hasta el año que viene y me quiero largá pa mi casa”, le dice Paco a su compañero, Juan (¿qué quiere que le diga a estas alturas, querido lector, qué se llama Juan por casualidad?), con el que lleva trabajando casi veinte años. “Ya estarán tos en sus casas, fijo, o tomándose una copita por ahí con los premiaos, las autoridades, sus familias… y nosotros aquí pringaos… como si los viera, Juan”.

Francisco, Paco para su compare casi desde que nacieron, achucha a su amigo, que en cuclillas y callao, va doblando la banderita con calma, intentando recogerla bien para que quede recogía exactamente igual que el año anterior, cuando ya estaba exactamente igual que un año antes y él mismo la desdobló, también paciente, también callao… y así, piensa Juan en silencio, desde que tiene memoria. “Sembrao el Sabina nombrando al Kichi, Juan… cómo está la cosa, io”. En esto que abre Paco la pequeña cremallera plateada de su chaquetilla azul y de un pequeño bolsillo junto al brazo derecho saca un marcador negro, indeleble (de esos que pintan sobre casi cualquier material), con el que vuelve a escribir, como cada año, con letras mayúsculas, grandes, claras y gruesas; con un trazo limpio y firme que el tiempo no le ha hecho perder, sobre una bolsa de plástico de supermercado que su amigo Juan le tiende con el precioso bulto bien doblao en su interior: “BANDERA DE ANDALUCÍA”.

Paco, de manera mecánica, como cada año, como cada lustro, parte junto a su compare Juan con el bulto bajo el brazo izquierdo y un juego de llaves en su mano derecha recorriendo estancias vacías hacia un pequeño taller en un área cercana al salón principal, donde tras abrir con cuidado la puerta y recorrer unos escasos tres metros, deposita en la parte más alta de una estantería metálica, gris, herrumbrosa, en el interior de una caja de cartón marrón, quizás reutilizada de alguna panadería y marcada con su misma letra clara y firme con la palabra, “PROTOCOLO”, la bolsa con la verdiblanca bien doblada. “Ea, Juan, pa casa, picha. Hasta el año que viene. Menos mal que mañana es fiesta… que este año es bisiesto… ¿o bisieso?”.

Estos días, SESENTA y UN diputados elegidos por andaluces como Juan o Paco, como Chari o Rosa, para representarles en el Congreso dan la espalda a su tierra, a su gente y sus problemas en directo, para votar con disciplina partidista milimétrica, (casi) militarizada y ningún respeto por la propia Constitución (el artículo 79.3 establece que “el voto de Senadores y Diputados es personal e indelegable”), aquello que sus líderes, con la mente puesta en otras regiones, en otros problemas, en otras realidades, les imponen bajo el castigo eterno de la expulsión del sistema de listas cerradas.

El debate de investidura se ha cerrado con voces Catalanas, Gallegas o Vascas; Canarias, Valencianas o Navarras… Madrileñas, como no. Pero Andalucía, muda. Huérfana de padre o madre en el hemiciclo donde se habla de financiación autonómica, modelo territorial del Estado o posibles soluciones al desempleo… olvidando que más de un millón de esos paraos son de esta tierra, que es aquí donde están 12 de los 15 municipios con más paro de España. Que Sanlúcar de Barrameda, La Línea de la Concepción y Jerez de la Frontera son la vergüenza de unos y otros.

Pero no importa, Juan. El 28 de febrero todos agitaron sus banderitas… esas banderitas verdes y blancas con su palito de plástico hechas a dos pesetas por obreros en situación precaria y de semiesclavitud en una fábrica de China o La India, lo mismo da (pero luego, que no se construyan fragatas aquí, por manos gaditanas, honradas, deseosas de currelo con el que dar de comer a sus hijos en condiciones laborales dignas… como si el currante de Astilleros tuviera la culpa del posterior uso que se haga de un barco… o si la Flota de Estados Unidos que se repara sin problema alguno de conciencia en la Base Naval de Rota se usara por el Ejército Americano para paseos de recreo por el Mediterráneo…).

Como muy bien dijiste, Mari, lo difícil es “hacer BANDERA, no banderitas”. Hasta el año que viene, Juan. Desdobla entonces con cuidao la verdiblanca que siempre esconden todo un año junto a Blas Infante.

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